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La caída fue dura. Me levanté con el polvo en la cara y el sabor del fracaso en la boca. Pero eso no era el final. Cada vez que caigo, siento la necesidad de intentarlo de nuevo, de encontrar la manera de lograrlo. Es una lucha, una batalla constante contra uno mismo y contra las circunstancias.

El sol se pone y el mundo está en silencio. Reflexiono sobre el día, sobre los golpes recibidos. No hay lugar para la autocompasión, solo para la determinación. Se trata de volver a empezar, de probar hasta que las cosas salgan bien. Cada intento es una lección, cada caída un paso más hacia la meta.

En la oscuridad, bajo el cielo estrellado, se forma un plan. No hay atajos, solo el camino recto y difícil. Cada error es una señal, una guía para no repetir lo mismo. La motivación no viene de la victoria, sino de la lucha. De saber que, aunque te derriben, te levantarás. Porque no hay otra opción.

Al amanecer, con la luz fría sobre el paisaje, se toma la decisión. Intentar de nuevo, no por éxito, sino por la necesidad de seguir adelante. La caída no es el final, es el principio de algo más fuerte. Y así, con cada nuevo día, se busca, se intenta, hasta que finalmente se logra.

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