La morada del vacío
En un universo de pensamientos y sueños, donde la imaginación llena cada rincón, el vacío no encuentra su lugar. Así, en un espacio apartado de la ciudad, donde las sombras se alargaban al caer la noche y la luz de la luna se filtraba a través de las hojas temblorosas, había una casa que era conocida como «La morada del vacío». Se decía que en su interior, el espacio y el tiempo jugaban entre sí, creando rincones donde nada podía existir, ni siquiera el aire.
Un joven, lleno de curiosidad por su edad, llegó a explorar la casa abandonada en busca de respuestas. Al entrar, la puerta chirrió al abrirse, como si sus bisagras contaran los años de silencio. Encendió su linterna, y la luz titilante reveló paredes desnudas y un suelo cubierto de polvo y recuerdos olvidados.
Avanzó cautelosamente, sintiendo cómo el peso del vacío presionaba contra su pecho. En el salón principal, encontró un espejo antiguo, su superficie empañada por el paso del tiempo. Al mirar su reflejo, no vio su propia imagen, sino un abismo oscuro que parecía llamarlo.
Con cada paso que daba hacia el espejo, la sensación de vacío crecía, como si el aire mismo fuera consumião por la oscuridad. Impulsado por una mezcla de miedo y fascinación, tocó la superficie fría del espejo. En ese momento, el vacío lo envolvió, y se encontró en un lugar donde la noción de «estar» perdía todo significado.
Allí, en la nada, comprendió que el vacío no era simplemente la ausencia de cosas, sino un espacio lleno de posibilidades. Era el lienzo en blanco de la existencia, esperando ser pintado con las experiencias de la vida. Con esta revelación, regresó al mundo, llevando consigo la comprensión de que incluso en el vacío, hay espacio para la esperanza y la creación.
Y así, «La morada del vacío» se convirtió en un lugar de constantes visitas de aquellos que buscaban entender la plenitud que se esconde en la ausencia, y del joven que había mirado de frente al vacío y había encontrada la luz en la oscuridad.

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