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No tengo recuerdos del pasado, porque hacerlo es como cerrar la puerta a las sorpresas del ahora, es como vivir en un laberinto de espejos donde cada reflejo es una repetición de lo ya vivido, negándome la posibilidad de encontrar la salida hacia nuevas experiencias.

No tengo sueños del futuro, ya que soñar con lo que vendrá es como leer el final del libro antes de haber disfrutado cada página del presente. Es cerrar los ojos a la magia que se despliega en este instante, a los pequeños milagros que solo existen aquí y ahora.

Vivimos en el momento, donde cada segundo es una nota en la sinfonía del tiempo, una oportunidad de improvisar, de descubrir sonidos que nunca antes escuchamos. Aquí, en este parpadeo de eternidad, es donde encontramos la verdadera música de la vida.

El pasado y el futuro, meros espejismos que nos distraen del juego de vivir. Sin la carga de lo vivido ni la ansiedad de lo por venir, me abro al día como quien abre un libro nuevo, listo para ser sorprendido por cada palabra, cada giro inesperado de la trama de hoy.

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