Caída al vacío
«No voy a regresar,
porque decidí caer
en un vacío que elegí
para toda la eternidad.»
En el abismo de mi alma, donde las sombras se entrelazan con las mañanas, tomé una decisión irrevocable. No es un salto al vacío, sino una caída consciente. El precipicio se extiende ante mí, oscuro y profundo, como un pozo sin fondo. Las estrellas titilan en el cielo, indiferentes a mi elección. ¿Por qué? Porque este vacío no es un abandono, sino una búsqueda. Un anhelo de trascendencia, de despojarme de las ataduras terrenales y sumergirme en lo desconocido.
El vacío no es un enemigo, sino un compañero silencioso. Me susurra secretos antiguos mientras me hundo en su misterio. Las memorias se desvanecen, los rostros se desdibujan. ¿Qué es la vida sino una serie de encuentros y despedidas? Aquí, en este abismo, no hay tiempo ni espacio. Solo existe la eternidad, un flujo constante de pensamientos y emociones. Me dejo llevar por la corriente, sin miedo ni arrepentimiento.
¿Por qué elegí este vacío? Porque la plenitud me asfixiaba. Las risas, los abrazos, las promesas… todo se volvía pesado, como una carga insoportable. En el abismo, soy ligero como el viento, libre de expectativas y obligaciones. No hay regreso, pero tampoco hay remordimientos. La decisión fue mía, y la acepto con serenidad. Caigo hacia lo desconocido, hacia la oscuridad que me espera para conversar por mucho tiempo.
La eternidad es un concepto abstracto. ¿Cómo se mide algo que no tiene fin? Aquí, en mi caída, la eternidad se convierte en mi compañera. No hay relojes ni calendarios, solo la sensación de estar suspendido entre dos mundos. ¿Es esto una nueva vida? No lo sé. Pero no importa. He elegido este vacío como mi morada, y en él encontraré respuestas que la vida no ofrece.
La caída es silenciosa. No hay gritos ni lágrimas. Solo el murmullo del viento y el latido de mi corazón. ¿Qué encontraré al final? ¿Una nueva existencia o la nada absoluta? No importa. He renunciado al regreso, y eso me llena de paz. Mi última palabra antes de sumergirme en la oscuridad: «Adiós». No a la vida, sino a la limitación de la carne y los huesos. Caigo, caigo, caigo… hacia un vacío que es más plenitud que ausencia.

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