×

A veces, la vida se siente como un libro cuyas páginas se arrugan entre los dedos, imposibles de alisar por completo. Hay capítulos que duelen al leerlos, que dejan un eco en el pecho, como si las palabras se hubieran quedado atrapadas en la garganta. Pero incluso en esas páginas manchadas de tinta borrosa, hay algo que nos empuja a seguir pasando las hojas, a buscar entre las líneas un sentido que quizás no entendemos todavía. Porque, al final, no se trata de olvidar lo que duele, sino de aprender a convivir con ello, de permitir que esas cicatrices nos recuerden que seguimos aquí, respirando, latiendo.

Hay días en los que el cielo parece más pesado, como si el peso de todo lo que llevamos dentro nos obligara a caminar más despacio. Y está bien. Está bien detenerse, sentir el frío en la piel y recordar que no siempre podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor. A veces, las cosas se rompen, se desvanecen, se van. Y no hay nada que podamos hacer más que sostenernos en la certeza de que, aunque duele, aunque cuesta, el mundo sigue girando. Y con él, nosotros también. Porque la vida no se detiene, incluso cuando nosotros quisiéramos hacerlo.

Pero hay algo hermoso en la manera en que el sol sigue saliendo, incluso después de la noche más oscura. Es como si el universo nos dijera que no estamos solos, que hay algo más allá de lo que podemos ver. Y tal vez, solo tal vez, ese algo sea la promesa de un nuevo comienzo, de un respiro que nos permita volver a creer. Porque, ¿qué sería de nosotros si no tuviéramos esa luz al final del camino? ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos la capacidad de soñar con un mañana distinto?

Así que, aunque a veces cueste levantarse, aunque las lágrimas nublen la vista y el corazón parezca pesar más de lo habitual, seguimos adelante. No porque seamos fuertes todo el tiempo, sino porque sabemos que, en algún lugar, hay un rayo de luz esperándonos. Y tal vez ese rayo no lo cambie todo, pero nos recuerda que, después de todo, somos capaces de encontrar belleza incluso en lo imperfecto. Porque la vida, con todo lo que trae, sigue siendo un regalo. Y nosotros, con todo lo que somos, seguimos siendo dignos de vivirlo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Autor

ventalizate@gmail.com

Entradas relacionadas